AV, Agustinos “sin demora” Crónica de la JMJ LISBOA 2023
Partieron sin demora por tierra, cielo, mar y aire; ya nos dice el refrán popular de que todos los caminos conducen a Roma. Y nosotros parafraseando este dicho, nos hemos podido quedar tranquilamente con aquello de: “todos los transportes llevan a la JMJ”. De toda esa gran marea humana rezumando juventud, alegría y catolicidad, una pequeñísima porción era la expedición que desde Agustinos Valencia acompañaba a los 536 de Agustinos España. Este pequeño grupo formado por: Alejandro, Carmen, Celia, Claudia, Daniel, Guillermo, Irene, Juan Pablo, Lorena, Marcos, Pepe, Sergio, Sofía y quien esto suscribe, es un grupo que, a la sombra y el abrigo de la Pastoral, han sentido la llamada y se han puesto en camino, inmediatamente con la prontitud y empuje propio de la juventud que muchas veces no calcula los riesgos.
Al estar alojados en un pueblo (Alhos Vedros) fuera de Lisboa y del otro lado del Tajo, esto hizo que probásemos y exprimiésemos todos los medios de transporte que se nos ponían al alcance: bus, metro, tren, ferry, taxi… todo servía para avanzar un poco más (evitando el cansancio) hacia los muchos lugares de luz que irradiasen JMJ: catequesis, celebraciones, festivales, etc. Y por supuesto el siempre efectivo recurso del “caballo de san Fernando”, aunque a medida que pasaban los días ya no era tan efectivo.
Precisamente este “transporte” tan ancestral como la misma humanidad es una parte esencial de estos eventos religiosos con el carácter de PEREGRINACIÓN. Si día a día podíamos palpar este espíritu, en las jornadas principales de la JMJ, se ponía de manifiesto y afuera para llegar a la “Colina del encuentro” (Parque Eduardo VII) o al “Campo de gracia” (Parque do Tejo).
De esta forma pudimos comprobar que no solo había un viacrucis, el programado oficialmente para esta JMJ, sino que para poder estar cerca del Papa en los acontecimientos iniciales, y sobre todo en la vigilia de oración del sábado, había que pasar por un auténtico calvario y aguantar todas y cada una de las estaciones de este particular viacrucis en el que se convierte un camino de encuentro, festivo, de esperanza, alegre, que requiere precisamente de este componente de sufrimiento y de cruz para poder llegar a la Gloria. Esta es, sin duda la gran lección que aprenden nuestros jóvenes y que esperemos que no se les olvide nunca.
En nuestro caso como en el de otros miles de peregrinos el gran viacrucis comentaba a la salida de Lisboa y especialmente en los últimos kilómetros, aunque ya nos acercábamos al campo de gracia. Dicho viacrucis también continuaba de alguna manera al tener que convertir en un agradable lugar de reunión, fiesta y descanso, lo que era un suelo de tierra y piedras que había que poder sortear que había que sortear para poder descansar mínimamente.
Pero todo esto merecía la pena porque el objetivo de esta Jornada Mundial de la Juventud no era quedarse quietos en un lugar o en una fiesta, sino que, después de levantarse y ponerse en camino ahora tocaba volver a reiniciar la maquinaria con las sencillas contundentes indicaciones que nos daba el papa Francisco: ser resplandecientes en la sociedad y el mundo que nos toca vivir; estar siempre atentos a la escucha de la voz de Dios, que nos invita a mirar y a seguir a su hijo Jesucristo, como el gran maestro; y en la misma línea de quien ha abanderado de estas JMJ, San Juan Pablo II, nos volvió a reiterar el papa Francisco, que no tengamos miedo y que demos valiente testimonio de nuestra fe.
Juan Manuel Paniagua – Coordinador de Pastoral AV